No parecía fácil decidir el lugar dónde pasar unos días de vacaciones con motivo de la celebración de nuestras bodas de plata, pero mi mujer lo tenía bastante claro. Viena. Centro de Europa, servicios, historia, paisaje, romanticismo…, en fin, cubría casi todas las expectativas para nuestro deseado viaje. Solamente quedaban los habituales, pero fundamentales, cabos sueltos a la hora de emprender un viaje de este tipo, como el idioma, alojamientos, desplazamientos, visitas, comidas, compras y otros detalles “menores” pero que pueden hacer que tu viaje sea un desastre o una maravilla.
Tras una búsqueda por la red, encontró lo que parecía una “solución”: Estefanía, propietaria de la academia elebe quien, además de enseñar español y alemán en Viena, se ofrecía a ayudar a quienes viajábamos allí. Conforme mi mujer me explicaba, realmente parecía ser una buena solución a todos aquellos aspectos que necesitábamos solucionar pero no sabíamos cómo.
Desde el momento en que nos pusimos en contacto con ella, todo fueron facilidades, aclaraciones, tranquilidad y sobre todo y más importante, acompañamiento incluso antes de salir.
Destaco muy especialmente la red de tranvías. Nos pareció excepcional, muy útiles y agradables. Gran parte de nuestros desplazamientos los realizamos en este medio. Gracias a su experiencia viajamos en una aerolínea con la que, la ida y vuelta, resultaron ser de lo más cómodo (incluso para los que no volamos con frecuencia y el avión nos da miedo); un taxi nos esperó y nos llevó al apartamento –ambos facilitados por ella– donde nos esperaba. Nos facilitó, además, un móvil para cualquier necesidad, la compra de billetes de metro y tren, organizó una ruta de visitas de interés a la que integró otras de nuestro gusto; nos llevó de compras a la zona adecuada y un sin fin de cosas que hicieron nuestra estancia más agradable, segura y acogedora.
Por supuesto, llegamos sin perdernos y cómo no en tranvía, a Grinzing, un barrio con apariencia de pueblecito junto a los bosques de Viena, rodeado de viñedos donde se puede comer y degustar un vino joven producido en la zona, servido en tabernas tradicionales.
Otro día, tomamos el metro para llegar al Palacio de Schönbrunn, casa de verano de la familia imperial en la que solían permanecer largas temporadas: estancias (la de Sissi –Isabel de Baviera– sobre todo), jardines, bosques (de tilos, Viena está repleta de ellos, donde compartimos un rato cono una simpática ardilla), patios, laberinto, restaurantes, carruajes… en fin, mucho que ver; pasamos casi todo el día para disfrutar con detalle –interiores y exteriores- aquel palacio.
También estuvimos en el Palacio Belvedere, aunque en realidad son dos unidos por un precioso y cuidado jardín –también hay un estupendo jardín botánico-. En uno de ellos hay un museo de pintura imperial junto a obras de Klint y su famoso cuadro El Beso, que nos impresionó favorablemente. Paseamos por la zona peatonal del centro junto a la catedral de San Esteban, en Stephanplatz; no dejamos de entrar en el hotel Sacher y en la pastelería Demel (parece que ambas se atribuyen la invención de la tarta Sacher). Paseamos varias ocasiones por la Ópera Estatal de Viena de la que sólo disfrutamos los exteriores; estuvimos admirando las fachadas del Wiener Rathaus, edificio gótico de finales del XIX y que parece un palacio, aunque es el ayuntamiento de Viena –hay incluso visitas guiadas–. En su exterior, por la noche había programados unos conciertos de verano al que acudía mucho público. La noche que estuvimos nosotros vimos, en una gran pantalla, uno de Nora Jones.
Muy cerca había varios sitios que vimos dignos de mencionar porque nos gustaron bastante, como el Parque Volksgarten, casi en frente al ayuntamiento, con sillas para descansar y disfrutar de un maravilloso jardín de rosas –hasta 400 variedades distintas– la iglesia Votiva, neogótica y cercana, en Ringstrasse, junto a una plaza de césped con hamacas para descansar, leer, charlar…; hacia el lado opuesto del ayuntamiento, más cerca todavía, encontramos el Parlament, con un estilo arquitectónico que nos recordó Grecia; el Palacio Hofburg, lugar de residencia de los Habsburgo por cuyos jardines paseamos una espléndida noche; dentro no estuvimos por falta de tiempo pero hay una escuela de equitación, el museo de Sissi y la Biblioteca Nacional Austriaca entre otros.
Estuvimos siete días gracias a los cuales pudimos ver con tranquilidad todo lo dicho y alguna cosa más, como el Café Central, lugar emblemático y con encanto, las calles de la zona centro, limpias limpísimas con unos edificios en su mayoría blancos o claros; el Naschmarkt, un mercado al aire libre repleto de productos muy apetitosos; el Prater un enorme parque cercano al Danubio a cuya entrada encontramos un parque de atracciones con su noria, Wiener Riesenrad, construida a finales del XIX, es uno de los símbolos de la ciudad (subieron mi mujer y mi hija).
También nos tomamos unos ricos helados cerca de Shwedenplatz, un refresco en el complejo cultural Museumsquartier, estuvimos de compras, gracias a la orientación de Estefanía, en Mariahilferstrasse; y nos acercamos a admirar la Casa de Colores "Hundertwasserhaus", un complejo residencial muy original y su pequeño centro comercial del mismo estilo, Hundertwasser Village, donde realizamos algunas compras de última hora.
Mención especial al viaje que realizamos a Salzburgo en tren que, gracias a Estefanía, nos costó un tercio de lo presupuestado por la ÖBB (compañía de trenes de Austria). Paisaje extraordinario y bonita ciudad fronteriza con multitud de sitios para ver: Catedral de Salzburgo, donde sí estuvimos, la fortaleza de Hoensalzburg y la Abadía de Nonnberg, que nos hubiera gustado mucho ver pero no tuvimos tiempo. Callejeamos y sí encontramos la zona comercial, muy original, donde vimos la casa natal, ahora museo de Mozart, Mozart Geburtshaus.
Viena nos pareció una ciudad absolutamente imperial, muy limpia y sus habitantes preocupados por el medio ambiente. En este último aspecto hay que reconocer que nos llevan bastante ventaja.
En suma, un buenísimo recuerdo gracias a todas las cosas que vivimos, pero, sobretodo, gracias a Estefanía que hizo que, realmente nos sintiéramos como en casa a pesar de estar tan lejos.
Os recomendamos su contacto si queréis tener un muy buen viaje y estancia en Viena.
Ignacio, Marta y Teresa.
.... Muchísimas gracias a esta familia tan encantadora que, tal y como nos dijeron que harían, nos ha mandado este artículo tan completo, interesante y complaciente. ¡¡¡UN PLACER!!!
el equipo de elebe
Viena merece la pena y por lo que veo, estos viajeros han disfrutado mucho en este viaje. Estefanía sabe organizar la estancia estupendamente, según los gustos de cada uno ya que, con sus indicaciones, resulta todo mucho más cómodo, fácil y barato. Ya lo sabéis si queréis ver Viena de forma sencilla y económica.
ResponderEliminarVoy con mi esposa a Viena, Salzburgo y Bratislaba, y le agradecería un contacto de Estefanía. Ya que el idioma no es nuestro fuerte y es lo que más temo.
ResponderEliminarCon mucho gusto. Simplemente mándame tus datos por el formulario o hazme una llamada perdida si llamáis desde España, sino por WhatsApp o Skype. Gracias.
Eliminarhttp://www.elebe.at/es/quienes-somos/formulario-contacto