El primer pensamiento que nos viene a la mente cuando pensamos en una gran capital europea es el tiempo que se pierde en desplazamientos, el montón de gente que hay por todas partes y más en hora punta, el tráfico de coches, la suciedad de las calles...
Pues bien, parece ser que Viena encontró hace tiempo un antídoto contra todos estos males, porque, la verdad, desde mi primer viaje a esta hermosa ciudad hace 22 años, tras sucesivos viajes y después de pasar dos semanas en ella este verano, puedo asegurar que no se dan en ella ninguna de las características típicas antes mencionadas y que, además, cada viaje la encuentro más bonita, cuidada y agradable.
El sistema de transporte público funciona tan bien que se puede atravesar toda la ciudad en menos de media hora. La frecuencia de los metros y tranvías es de 2 a 3 minutos en el centro y de 6 a 7 si te alejas a los distritos. Además, en cuanto sales del metro te encuentras allí mismo la parada del tranvía con el que has de hacer trasbordo.
Si se elige el coche, la solución perfecta para descongestionar rápidamente la ciudad fue la construcción de los "Ring", que no son más que anillos de tres a cuatro carriles en cada sentido que van haciendo círculos por la ciudad conectándose unos con otros, para sacar de allí el mayor número de coches por minuto.
Hay parkings por todas partes, muy utilizados por la gente que acude desde las afueras o desde otras ciudades, lo que les permite aparcar en el centro o en los distritos más cercanos a este y continuar su trayecto en transporte público para llegar más rápido a su lugar de destino.
Se puede ir en bici por toda la ciudad y permiten subirla a los metros y tranvías. Esta alternativa al transporte público es la más utilizada en primavera y verano.
Además, el sistema de flexibilidad horaria de los trabajos hace que no exista el concepto de "hora punta".Consiste en que el horario de entrada y salida del trabajo es flexible en función de las horas semanales que vaya haciendo el personal de las empresas, siempre y cuando cumplan con su jornada semanal, de manera que las horas diarias de trabajo se las pueden organizar según sus necesidades pudiendo tener tardes libres, entrar más tarde o salir más temprano del trabajo... haciendo posible la conciliación laboral y familiar. ¡Incluso la entrada de los niños a las guarderías es así de flexible hasta que cumplen 6 años! A mí me resulta increíble pasear por Viena y, sin embargo, encontrar cada pocas calles una plaza con árboles o un parque, independientemente del distrito en el que te encuentres. La sensación es de estar en una ciudad verde, donde la gente puede hacer su pausa del mediodía en el parque o en la terraza de una calle peatonal rodeada de árboles... Salir del trabajo y poder volver a casa en patinete o en bici o simplemente bajar al parque para correr un rato o jugar un partido de baloncesto o echar una partida de ping-pong. Todavía hay una opción más desestresante: escaparse hasta uno de los bosques que rodean Viena (y a tan solo unos minutos del centro de la ciudad) o atravesar la avenida arbolada del Prater hasta llegar a la Isla del Danubio.
Si a todo esto le sumamos la cuidada imagen arquitectónica de sus fachadas palaciegas, ya se trate de antiguas o nuevas construcciones obligadas a guardar el estilo del pasado, el conjunto resulta ideal.
Pues bien, parece ser que Viena encontró hace tiempo un antídoto contra todos estos males, porque, la verdad, desde mi primer viaje a esta hermosa ciudad hace 22 años, tras sucesivos viajes y después de pasar dos semanas en ella este verano, puedo asegurar que no se dan en ella ninguna de las características típicas antes mencionadas y que, además, cada viaje la encuentro más bonita, cuidada y agradable.
El sistema de transporte público funciona tan bien que se puede atravesar toda la ciudad en menos de media hora. La frecuencia de los metros y tranvías es de 2 a 3 minutos en el centro y de 6 a 7 si te alejas a los distritos. Además, en cuanto sales del metro te encuentras allí mismo la parada del tranvía con el que has de hacer trasbordo.
Si se elige el coche, la solución perfecta para descongestionar rápidamente la ciudad fue la construcción de los "Ring", que no son más que anillos de tres a cuatro carriles en cada sentido que van haciendo círculos por la ciudad conectándose unos con otros, para sacar de allí el mayor número de coches por minuto.
Hay parkings por todas partes, muy utilizados por la gente que acude desde las afueras o desde otras ciudades, lo que les permite aparcar en el centro o en los distritos más cercanos a este y continuar su trayecto en transporte público para llegar más rápido a su lugar de destino.
Se puede ir en bici por toda la ciudad y permiten subirla a los metros y tranvías. Esta alternativa al transporte público es la más utilizada en primavera y verano.
Además, el sistema de flexibilidad horaria de los trabajos hace que no exista el concepto de "hora punta".Consiste en que el horario de entrada y salida del trabajo es flexible en función de las horas semanales que vaya haciendo el personal de las empresas, siempre y cuando cumplan con su jornada semanal, de manera que las horas diarias de trabajo se las pueden organizar según sus necesidades pudiendo tener tardes libres, entrar más tarde o salir más temprano del trabajo... haciendo posible la conciliación laboral y familiar. ¡Incluso la entrada de los niños a las guarderías es así de flexible hasta que cumplen 6 años! A mí me resulta increíble pasear por Viena y, sin embargo, encontrar cada pocas calles una plaza con árboles o un parque, independientemente del distrito en el que te encuentres. La sensación es de estar en una ciudad verde, donde la gente puede hacer su pausa del mediodía en el parque o en la terraza de una calle peatonal rodeada de árboles... Salir del trabajo y poder volver a casa en patinete o en bici o simplemente bajar al parque para correr un rato o jugar un partido de baloncesto o echar una partida de ping-pong. Todavía hay una opción más desestresante: escaparse hasta uno de los bosques que rodean Viena (y a tan solo unos minutos del centro de la ciudad) o atravesar la avenida arbolada del Prater hasta llegar a la Isla del Danubio.
Si a todo esto le sumamos la cuidada imagen arquitectónica de sus fachadas palaciegas, ya se trate de antiguas o nuevas construcciones obligadas a guardar el estilo del pasado, el conjunto resulta ideal.
En resumen, creo que de todas las capitales europeas esta es la perfecta para vivir.
Viena enamora.
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